El paso de deportiva a lógica

La lectura del otro día de un forero que vendía su Bimota para comprar una Monster me hizo querer plasmar lo que llevaba un tiempo sintiendo. Aquí está:

El paso de deportiva a lógica

Lo cierto es que me ha costado mucho ser sincero conmigo mismo, pero me viene siempre la misma expresión a la cabeza para definirlo “es fácil acostumbrarse a lo bueno o has probado lo bueno y ya no quieres cambiar.
He estado unos ocho años con dos CBR y bien contento. Acelera que es un tiro, frena firme y rápido, es cómoda y es preciosa. Fue a raíz de un viaje al sur de Francia de algo menos de dos mil kilómetros en cuatro días cuando podríamos decir que el gusanillo hizo su primera aparición. Casi una semana con dos dedos dormidos de la mano derecha, eso me hizo pensar que quizá había maneras más cómodas de viajar en moto.



Pero claro, tampoco hace uno esos viajes tan a menudo como para que el gusanillo se transforme en razón de peso, además en otros entornos se portaba de forma increíble.

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Cinco años después, ese gusanillo llamado melón en estos ambientes, se convirtió en una búsqueda de la moto perfecta bajo el juicio de mi estética. Las finalistas, la BMW R850R y la CB Sevenfifty (finalistas de unos dos mil y poco euros) cumplían con los siguientes requisitos: postura cómoda para conductor y pasajero (esto era el leitmotif del cambio), un gran par y máxima fiabilidad (nos esperaba un viaje de casi cinco mil kilómetros), bajo consumo (pretendía usarla a diario a la vuelta), discreta para evitar robos y daños (y dejarla en la calle cuando hiciera falta) y lo más bonita posible, al final de la lista.
El segundo requisito hizo que ganara la Honda y cumplió su cometido con creces, ni un solo problema durante el viaje (tras haberla puesto mecánicamente al día) y perfecta ahora en ciudad. Tras el viaje físicamente dolor de culo y, por días, algo de lumbar.

Ayer destapé a Vale, la CBR que tenía cubierta con una funda en letargo en el garaje, ajusté la presión de las ruedas, llené el tanque y salí al trabajo con ganas de alegrarme el día con su motor después de aproximadamente un mes y medio o dos sin tocarla.
Gran bajón el mío, tenía demasiado altas las expectativas. De primeras la postura (¿sí o qué? ¿en serio voy así?), ya se me había olvidado y, aunque estaba cómodo en cuanto a muy atento a las vicisitudes del tráfico, la presión en la palma de la mano me podía desde el principio. Da igual, ese sonido increíble de mi Mivv carbono lo compensa, está justo en el momento de grave y sonoro pero no excesivo, no molesto, con carácter, ese que te hace subir la virilidad un par de enteros sin ponerte colorado.
En el trayecto, me llamaron la atención los retrovisores, me pareció que tenían mucha peor visión que los de la Seven, algo que nunca me había molestado. Además, al final del viaje me dí cuenta de que apenas había mirado por ellos en todo el camino (los coches que se iban quedando atrás me daban igual, no iba a volver a verlos). Lo bueno, el motor, por encima de cien va mucho más cómodo, le sobra potencia por todas partes, queda aún mucho para su límite.
Al final del día noté mucho la presión en las manos (la lumbar perfecta, el resto bien) y algo de cuello. Llegué al garaje y le volví a poner la funda.

garaje

Hoy ni lo he pensado, he venido en la Seven. Ha llegado a gastar por debajo de 5l/100km, es suave como una balsa de aceite y sus dos tubos me encantan. Aún calza pantalla, sobre pantalla y porta baúl, así que lo peor es que cuando la aparco y la miro lo que siento no tiene nada que ver con el placer visual que me dan otras y desde luego su sonido no es caca de la vaca pero se acerca peligrosamente.

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A pesar de todo esto, voy a darle una última oportunidad a Vale haciendo una salida como Dios manda (como dice Rajoy), con curvas de verdad y tal, pero creo que aún así la voy a poner a la venta. Está claro que ha pasado mi momento.

Ahora miro (aun no sé si con curiosidad envidiosa o con envidia curiosa) las lógicas modernas, debe de ser la bomba estar tan contento como con la Seven y al bajarte ver una estética como la FZ1 (o la CB900, o…), con neumáticos de 180´, con buen sonido, un motor y unos frenos actuales y rodar tranquilamente como un señor. Sentir que apenas gasto gasolina, que mis manos están bien y además mi moto tiene potencia de sobra, frenos decentes y una estética que me ponga.

La conclusión que puedo (aparte de que soy un melón), es que:

a) Me hago viejo.
b) Estoy madurando.
c) Me ha cambiado el gusto y ya.
d) Estoy mal hecho.

Dado que lo de la dormida de dedos me ocurrió con treinta y un años, no descarto la opción A del todo, pero como hay gente que viaja con R1 con cuarenta años, tampoco me voy a quedar ahí.
Puede haberme cambiado el gusto, puedo estar mal hecho y con obsolescencia programada, pero lo que más me convence es que mis prioridades han cambiado. Me gusta correr, me encanta tumbar y adoro viajar, pero no puedo hacer nada de eso a gusto si no me encuentro cómodo y relajado en la moto. Así que por más que me guste la estética de super deportiva (en mi garaje habitan una Daytona 675 y una 1098 de esas pandereta sound que se te caen las braguitas) no estoy dispuesto a ir jodido y contento. El truco será buscar la combinación perfecta de comodidad y cachondez, pero no estoy descubriendo nada nuevo en absoluto (aunque odio terminar con interrogantes, me parece pretencioso), ¿no es eso lo que todos hacemos?

En fin, que si te identificas conmigo eres un melón, como yo 🙂

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